martes, 7 de octubre de 2014

Revolucion rusa

El término Revolución rusa agrupa todos los sucesos que condujeron al derrocamiento del régimen zarista y a la instauración preparada de otro, leninista, a continuación, entre febrero y octubre de 1917. En gran medida inducida por la Primera Guerra Mundial, la Revolución rusa fue un acontecimiento decisivo y fundador del "corto siglo XX" abierto por el estallido del macroconflicto europeo en 1914 y cerrado en 1991 con la disolución de la Unión Soviética. Objeto de simpatías y de inmensas esperanzas por unos, también ha sido objeto de severas críticas, de miedos y de odios viscerales. Sigue siendo uno de los acontecimientos más estudiados y más apasionadamente discutidos de la historia contemporánea.
Previamente a 1917, el antiguo Imperio ruso se regía bajo un régimen zarista, autocrático y represivo desde hacía tres siglos cuando, en 1613, se instauró en el país la Dinastía Románov.




La abolición de la servidumbre promulgada en 1861 por parte del zar Alejandro II fue la primera muestra de las fisuras del antiguo sistema feudal. Una vez liberados, los antiguos siervos se desplazaron a las ciudades, convirtiéndose así en mano de obra industrial.
A comienzos del siglo XX, el desarrollo de la industria rusa era cada vez mayor, favoreciendo el crecimiento de las ciudades y una creciente efervescencia cultural: el antiguo orden social se tambaleaba, agravando las dificultades de los más pobres. Las industrias florecían y la creciente clase obrera se aglutinaba principalmente en las ciudades, pero la prosperidad del país no había representado beneficio alguno para la mayoría de la población.
La economía en su conjunto seguía siendo arcaica. El valor de la producción industrial en 1913 era dos veces y media menor que el de Francia, seis veces menor que el de Alemania y catorce veces menor que el de Estados Unidos. La producción agrícola continuaba siendo deficiente y la falta de transportes paralizaba cualquier intento de modernización económica. El PIB per cápita en aquella época era inferior al de Hungría o al de España y, aproximadamente, suponía una cuarta parte del de Estados Unidos. Además, el país estaba dominado sobre todo por capital extranjero, poseyendo este casi la mitad de las acciones rusas. El proceso de industrialización fue violento y mal aceptado por los campesinos, que habían sido bruscamente proletarizados. La clase obrera naciente, aunque numéricamente pequeña, se concentraba en las grandes zonas industriales, lo que facilitó la creciente conciencia revolucionaria.



El Imperio Ruso seguía siendo un país esencialmente rural. Si bien una parte de los campesinos, los kuláks, se había enriquecido y constituido una especie de clase media rural con el apoyo del régimen; el número de campesinos sin tierra había aumentado, creando así un auténtico proletariado rural receptivo a ideas revolucionarias. Incluso después de 1905, un diputado de la Duma señaló que en muchos pueblos, la presencia de chinches y cucarachas en los hogares se percibía como signo de riqueza.

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